Con la llegada al ciclismo de los medidores de potencia, la frecuencia cardíaca puede y debe seguir desempeñando un papel importante dentro del entrenamiento. De hecho, la potencia y la frecuencia cardíaca son complementarios entre sí (Fitzgerald, 2014).

 

Atendiendo a esto podríamos decir de forma resumida que la frecuencia cardíaca es un indicativo del estrés fisiológico soportado al realizar un trabajo, aunque no proporcione información acerca de la intensidad del ejercicio realizado. En cambio, la medición de la potencia sí permite conocer la cantidad de vatios que el ciclista aplica sobre los pedales y estimar de forma objetiva la intensidad de un ejercicio.

 

La frecuencia cardíaca es un buen índice, no sólo para controlar el nivel de intensidad del ejercicio realizado, sino también para regular la intensidad de entrenamiento (Algarra, 2012), aunque hay algunas consideraciones que deben ser tenidas en cuenta, ya que pueden modificar su respuesta (Cragnulini 2014):

 

  • Calor: la frecuencia cardiaca se incrementa y por el contrario cuando se realiza en clima frio parecería que es similar a las condiciones ambientales neutras (Jeukendrup, 1998).

 

  • Nivel de deshidratación: cuando un sujeto realiza ejercicio en estado de deshidratación, sin un incremento de la temperatura central, la frecuencia cardiaca puede incrementarse hasta en un 7,5% (Jeukendrup, 1998).

 

  • Variabilidad del día: Existe una pequeña variación día a día de la frecuencia cardiaca que puede abarcar un intervalo de 2-4 latidos/min (Jeukendrup, 1998).

 

  • Tipo de ejercicio: si el ejercicio se extiende en el tiempo la frecuencia cardiaca tiende a incrementarse. Esto se debe a la disminución del volumen sistólico, que se traduce en un aumento del gasto cardiaco y de las frecuencias de contracciones del corazón. Motivo por el cual se produce una merma del trabajo total, que se debe a la disminución de la producción de potencia para poder mantenerse en la zona de frecuencia cardiaca propuesta.

 

  • Pendiente del terreno: a pendiente del terreno también puede provocar variaciones. Por ejemplo, al prescribir un entrenamiento a intensidad constante en terreno con pendiente variable, los niveles de producción de potencia que deberá aplicar el ciclista se modificaran en función de la altimetría del recorrido.

 

  • Posición sobre la bici: en estudio de Algarra y Gorrotxotegui se evaluó a cuatro ciclistas de ruta de categoría Junior (consumo de oxigeno de 73,2 ml/min/kg) utilizando un medidor de potencia SRM. Las diferencias en la frecuencia cardiaca desarrollada a 325 vatios fueron de 168 pul/min en la posición básica alta, 171 pul/min en la posición básica baja, y 175 pul/min en una posición aerodinámica forzada (igual a la adoptada en la bicicletas preparadas para pruebas de contra reloj).  Los autores atribuyen este aumento de la frecuencia cardiaca en la posición aerodinámica, al trabajo añadido del diafragma que trae consigo la adopción de la postura. Adquirir dicha postura lleva a un aumento de la presión abdominal, que empuja el diafragma dificultando su normal expansión. El aumento de presión abdominal se traduce en un incremento del trabajo que debe realizar el diafragma, necesitando de un mayor aporte de sangre, lo que podría justificar la aceleración del número de contracciones del corazón.

 

Además de estos aspectos, Algarra (2012) hace referencia a otros aspectos que pueden hacer variar la frecuencia cardíaca:

  • Ejercicios supramáximos: los niveles superiores al VO2 máx o Potencia Máxima aeróbica no son susceptibles de ser medidos, ya que a este nivel es donde se alcanza la frecuencia máxima, y por encima de estos niveles no hay correlación. En este sentido, la potencia permite alcanzar niveles mucho mayores de medida (Allen y Coggan, 2010).

 

  • Retraso en alcanzar el Estado de Equilibrio: El organismo es capaz de aumentar de forma casi instantánea la intensidad de ejercicio o potencia desarrollada, pero el corazón no modifica de la misma forma su cadencia, puesto que el corazón necesita adaptarse al nuevo ritmo de trabajo.

 

El siguiente gráfico muestra un entrenamiento donde por un lado podemos ver la potencia (línea amarilla) y por otro lado, el ritmo cardíaco (línea roja). Como se puede comprobar, al aplicar un estímulo, el ritmo cardíaco reacciona al mismo, pero se puede observar que lo hace con un cierto desfase, ya que el corazón tarda en adaptarse a la nueva situación. A través de los medidores de potencia, podemos aplicar las cargas de trabajo óptimas desde el primer momento., algo que no conseguiríamos si utilizáramos sólo el ritmo cardíaco.

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Figura 45: Evolución de la potencia (W-línea amarilla) y frecuencia cardiaca (ppm- línea roja en un entrenamiento interválico. Fuente: www.forociclista.com

 

  • Influencia de la cadencia de pedaleo: la frecuencia cardiaca presenta variaciones en relación a la cadencia con una potencia estable. Un estudio realizado por Algarra (2012) muestra cómo, de manera generalizada, la disminución de la cadencia por debajo de 80 pedaladas/minuto o aumento por encima de 90 rpm sube la frecuencia cardíaca 2-3 pulsaciones en términos de potencia desarrollada.

 

  • Influencia del tipo de recuperación: Desde el punto de vista metabólico se produce una recuperación mucho más rápida si esta es activa, mientras que la FC se mantiene en altos niveles. Todo lo contrario ocurre si la recuperación es pasiva, lo que puede llevar a errores de diagnóstico en la recuperación.

 

En este sentido se encuentra el estudio de Toco et al (2015), que pone en duda la fiabilidad del uso de la frecuencia cardíaca como indicador de recuperación en los intervalos de entrenamiento.

 

  • Influencia de agotamiento agudo: la realización de distancias de larga duración trae consigo un agotamiento de los depósitos de glucógeno, desequilibrio de fluidos y electrolitos, disminución de la eficiencia muscular, problemas termoregulatorios, fatiga cardíaca y factores psicológicos. Todo ello provoca que la frecuencia cardíaca disminuya, como muestra el estudio de Neumayr et al (2004). Por el contrario, los valores de potencia, al ser indicadores externos del rendimiento, se mantienen estables a pesar del cansancio interno.

 

  • Influencia del sobreentrenamiento: El exceso de carga con recuperaciones limitadas da lugar a una fatiga con disminución del rendimiento, y que se traduce en una disminución de la frecuencia cardíaca máxima. Al contrario de lo que ocurre en muchas ocasiones, la FC en reposo no es un indicador  fiel del estado de forma del atleta (Algarra, 2012). Sin embargo la variabilidad de la frecuencia (VFC) cardíaca si permite llevar un control del estado fatiga recuperación (Zabala, 2013) y, una herramienta muy válida, también, para el control del estado de forma del sujeto (Ortiz, 2008).  Esta está regulada por el sistema nervioso autónomo e influyen en ella numerosos factores (García Manso, 2013) y mide la distancia entre dos latidos (R-R).

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Figura 46: complejo QRS. Variabilidad FC distancia entre R-R. (Ortiz, 2008)

 

En definitiva se relaciona un aumento de la VFC (control durante 5 min) como un signo de recuperación, mientras que una disminución de la VFC en reposo se relaciona con una recuperación incompleta (Algarra 2012 y Zabala 2013)

 

 

Además de estos factores Arguedas (2014) muestra una influencia por otros cómo el cansancio, enfermedad, deshidratación, altura, estrés, escaso glucógeno a nivel muscular, sobresaltos,  etc.

 

Una vez analizado los factores que influyen en la frecuencia cardíaca debemos analizar los que afectan a la potencia, y en este sentido Cragnulini (2013) afirma que aunque existen factores fisiológicos tales como el tipo de fibra muscular, la intensidad al umbral de lactato, la eficiencia de pedaleo y los niveles de máximo consumo de oxígeno son los que determinaran el desarrollo de más o menos vatios que es capaz de alcanzar un ciclista, también existen factores físicos que pueden afectar tal manifestación:

 

  • Resistencia del aire: se incrementa aproximadamente hasta cuatro veces respecto de la velocidad y la producción de potencia hasta tres veces en función también de la velocidad. La producción de potencia está determinada tanto por la velocidad horizontal como por la velocidad del aire. Cuando van “a rueda” los ciclistas pueden beneficiarse hasta en un 30% menos en la producción de potencia que deben desarrollar respecto a quienes estén a la cabeza del pelotón.

 

 

  • Resistencia al avance: está influenciada por variables tales como la superficie por donde se pedalea; el diámetro de la rueda; el material y la presión de las cubiertas.

 

  • Resistencia a la gravedad: La masa del corredor y de la bicicleta influencia directamente la producción de potencia cuando se enfrenta una subida, siendo los ciclistas con índices de producción de potencia relativa altos quienes más se benefician. Cuando se pedalea en descenso los corredores más pesados tienen la ventaja por sobre los más livianos. Esto es porque los corredores de complexión más pequeña tienden a tener una mayor resistencia del aire relativa a su masa corporal, no por un efecto de la aceleración de la gravedad, que es la misma independientemente de la masa del ciclista.

 

  • Pérdidas por fricción: Las pérdidas por fricción son relativamente pequeñas, y están relacionadas al roce de la circulación de la cadena como también al de los rodamientos en las masas de las ruedas.

 

 

Podemos concluir, siguiendo la línea de Arguedas (2014), que la potencia es la herramienta más exacta para medir y cuantificar la carga externa en el entrenamiento y la competición, pero, sin olvidarnos de las pulsaciones, ya que la medición de la frecuencia cardíaca sirve como referencia para ver cómo el ciclista evoluciona en los entrenamientos y serán “las chivatas” en determinadas situaciones (recuperaciones, niveles de los depósitos de glucógeno, adaptación cardiaca al entrenamiento, alerta de una posible infección, etc.) y así se podrá valorar el coste cardiaco para desarrollar la potencia . De hecho valorar en conjunto los vatios y el gasto cardiaco o latidos (desacople cardiaco), podrá ser de gran utilidad para ver si se van superando con éxito determinadas fases del entrenamiento.

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